jueves, 21 de febrero de 2013

DESPEDIDA A EDUARDO RAFAEL CARRASCO


Palabras pronunciadas por Juan Esteban Olmedo en su sepelio (20.2.13)
         Además del noble y piadoso rito de despedir a un hermano en la fe, reclama estricta justicia decir algo del caballero y maestro a la antigua, que no conoció dobleces ni disimulos. Siempre asociado a las causas más nobles en servicio de la Verdad y de la nación. Más aún guiando a tantos, como una brújula perfecta. Un verdadero doctor, perito en Economía, pero sin descuidar su inserción en el Saber Principal iluminado por las luces de la revelación cristiana. Como seguidor y transmisor de la Doctrina Social de la Iglesia, desde la Cátedra Universitaria y por todos los medios a su alcance; por supuesto la televisión incluida, ennobleciéndola con su claridad y el coraje de no callar nada a todo riesgo. Valga la digresión recordando su sencillez –auténticamente magistral- para explicar los temas específicos –no pocas veces abstrusos- haciéndolos comprensibles al auditorio ignaro. Al revés de tantos, que suelen basar su argumentación de hoy, precisamente en los propios errores del día anterior; por supuesto como si nada, sin corregirlos… En fin por el buen camino, Eduardo se ha enrolado entre los críticos más lúcidos de la llamada “Deuda Externa”. Y ya en otro campo,  como era un grande, lo mismo que al gran escritor Hugo Wast, su tesis doctoral padeció similares obstáculos…
         De cualquier manera ha llevado a cabo la tarea fundamental de cumplir con la misión de educar. Compenetrado de la enseñanza de Juan Pablo II, al advertir  “la misión que la Iglesia confía, con gran esperanza, a las universidades católicas reviste un significado cultural y religioso de vital importancia, pues concierne al futuro mismo de la humanidad”…………Y que la renovación que se les exige a estas instituciones está orientada a hacerlas más capaces de responder a la tarea de llevar el mensaje de Cristo al hombre, a la sociedad y a las culturas. Como que el objetivo de toda educación genuina es humanizar y personalizar al hombre, sin desviarlo, antes bien, orientándolo eficazmente hacia su fin último que trasciende la finitud esencial del hombre...
         Con tal bagaje supo desarrollar su actividad en lugares tan alejados como San Juan de Puerto Rico, con la siembra acorde y el éxito acostumbrado. Pero en la brevedad que exige la circunstancia, no puedo  dejar de resaltar el gran aporte que con la prudente y sabedora Silena han hecho a la comunidad. Al reeditar  -a viento y marea- el libro de Juan Carlos Moreno sobre la vida de Don Orione. Con el bálsamo de esperanza que dejan sus predicciones, sobre un final feliz –con la protección de la Ssma. Virgen- tras la agresión de los peores enemigos. Cabe repetir lo recordado en otro lugar, sobre expresiones de Benedicto XVI al mencionarlo a san Luis Orione entre los “verdaderos portadores de luz en la historia”.
         En fin Eduardo, hasta ayer nomás me llamabas para comentar la última novedad –cuando no calamidad…- Pero siempre con el ánimo levantado, jamás dándote por vencido.  Más aún con la voluntad de reunir fuerzas entre los islotes congregantes de patriotismo y fe, para formar el archipiélago que lleve a cabo la Reconquista.  Y ahora, mi querido amigo, mi reproche: habíamos quedado en eso y que para nosotros no hay relevo... pero te fuiste de repente y sin aviso. Aunque digo mal, porque en realidad te han dado de alta en las Alturas y desde allí redoblarás tu empeño haciendo guardia sobre los luceros. Siguiendo al poeta, supiste tener buen tino para andar esta jornada sin errar, al elegir el camino. Y en este mundo traidor viste de cuánto valor, son las cosas tras que andamos y corremos – luchando por el honor de la patria que añoramos y queremos. Hasta que aparezca la aurora. Adiós amigo, y algo más: Te felicito por tu vida plena, por la mujer que elegiste, por tu espléndida familia, con dos religiosas del Verbo. Oramos por tu alma junto a tus amigos de Faminat, que integraste para luchar por la familia en el orden natural.Descansa Eduardo en eterna paz, sin descuidar la guardia.