Palabras pronunciadas por Juan Esteban Olmedo en su sepelio (20.2.13)
Además del noble y piadoso rito de
despedir a un hermano en la fe, reclama estricta justicia decir algo del
caballero y maestro a la antigua, que no conoció dobleces ni disimulos. Siempre
asociado a las causas más nobles en servicio de la Verdad y de la nación. Más
aún guiando a tantos, como una brújula perfecta. Un verdadero doctor, perito en
Economía, pero sin descuidar su inserción en el Saber Principal iluminado por
las luces de la revelación cristiana. Como seguidor y transmisor de la Doctrina Social de
la Iglesia ,
desde la Cátedra
Universitaria y por todos los medios a su alcance; por
supuesto la televisión incluida, ennobleciéndola con su claridad y el coraje de
no callar nada a todo riesgo. Valga la digresión recordando su sencillez
–auténticamente magistral- para explicar los temas específicos –no pocas veces
abstrusos- haciéndolos comprensibles al auditorio ignaro. Al revés de tantos,
que suelen basar su argumentación de hoy, precisamente en los propios errores
del día anterior; por supuesto como si nada, sin corregirlos… En fin por el
buen camino, Eduardo se ha enrolado entre los críticos más lúcidos de la
llamada “Deuda Externa”. Y ya en otro campo, como
era un grande, lo mismo que al gran escritor Hugo Wast, su tesis doctoral
padeció similares obstáculos…
De cualquier manera ha llevado a cabo
la tarea fundamental de cumplir con la misión de educar. Compenetrado de la
enseñanza de Juan Pablo II, al advertir “la misión que la Iglesia confía, con gran
esperanza, a las universidades católicas reviste un significado cultural y
religioso de vital importancia, pues concierne al futuro mismo de la
humanidad”…………Y que la renovación que se les exige a estas instituciones está
orientada a hacerlas más capaces de responder a la tarea de llevar el mensaje
de Cristo al hombre, a la sociedad y a las culturas. Como que el objetivo de
toda educación genuina es humanizar y personalizar al hombre, sin desviarlo,
antes bien, orientándolo eficazmente hacia su fin último que trasciende la
finitud esencial del hombre...
Con tal bagaje supo desarrollar su
actividad en lugares tan alejados como San Juan de Puerto Rico, con la siembra
acorde y el éxito acostumbrado. Pero en la brevedad que exige la circunstancia,
no puedo dejar de resaltar
el gran aporte que con la prudente y sabedora Silena han hecho a la comunidad.
Al reeditar -a viento y
marea- el libro de Juan Carlos Moreno sobre la vida de Don Orione. Con el
bálsamo de esperanza que dejan sus predicciones, sobre un final feliz –con la
protección de la Ssma.
Virgen- tras la agresión de los peores enemigos. Cabe repetir
lo recordado en otro lugar, sobre expresiones de Benedicto XVI al mencionarlo a
san Luis Orione entre los “verdaderos portadores de luz en la historia”.
En
fin Eduardo, hasta ayer nomás me llamabas para comentar la última novedad
–cuando no calamidad…- Pero siempre con el ánimo levantado, jamás dándote por
vencido. Más
aún con la voluntad de reunir fuerzas entre los islotes congregantes de
patriotismo y fe, para formar el archipiélago que lleve a cabo la Reconquista. Y
ahora, mi querido amigo, mi reproche: habíamos quedado en eso y que para
nosotros no hay relevo... pero te fuiste de repente y sin aviso. Aunque digo
mal, porque en realidad te han dado de alta en las Alturas y desde allí
redoblarás tu empeño haciendo guardia sobre los luceros. Siguiendo al poeta,
supiste tener buen tino para andar esta jornada sin errar, al elegir el camino.
Y en este mundo traidor viste de cuánto valor, son las cosas tras que andamos y
corremos – luchando por el honor de la patria que añoramos y queremos. Hasta
que aparezca la aurora. Adiós amigo, y algo más: Te felicito por tu vida plena,
por la mujer que elegiste, por tu espléndida familia, con dos religiosas del
Verbo. Oramos por tu alma junto
a tus amigos de Faminat, que integraste para luchar por la familia en el orden
natural.Descansa
Eduardo en eterna paz, sin descuidar la guardia.